Chema Cobo ‘in memoriam’

Hoy, 16 de marzo de 2023, me ha sacudido la noticia de la muerte de Chema Cobo. Chema fue uno de los más grandes artistas españoles de los últimos cuarenta años, renovador de la figuración y vivificador de la pintura, en la que militó con una fe inquebrantable en sus posibilidades como medio cuestionador, facultado para detonar incertidumbres, desconfianzas y múltiples preguntas. Su escurridiza y ácida pintura, indiscutiblemente, lo fue, como su persona. Me ha resultado imposible no hacer memoria de las muchas exposiciones que visité -creo que la última fue la de La Madraza, en Granada, en 2019- y de los textos que de muchas de ellas escribí. Por curiosidad he revisado mis carpetas y he encontrado hasta 6 piezas escritas para Málaga Hoy y SUR, alguna de ellas escrita hace la friolera de 19 años. Y ello me ha hecho recordar cómo algunas permitieron un cruce de mensajes en redes sociales que no he podido evitar leer entre la emoción y cierta sonrisa dada la ironía que manejaba Chema con auténtica maestría.

Siento que este blog, ante mi cada vez mayor desatención, va quedando como suma de homenajes a creadores que nos dejan, de los que he escrito y a los que he tratado en mayor o menor medida. Siento que el mejor homenaje que le puedo hacer a Chema, cuya pintura siempre me pareció un feliz reto, extremadamente exigente, es hacer esta entrada y recuperar las 6 piezas que publiqué.

En la última crítica, publicada en 2019, mantengo un error que cometí al poner su fecha de nacimiento, situándola en 1942 en lugar de 1952. Chema me escribió por privado para agradecerme la pieza y valorar que lo situase distante del «artista de sermón y púlpito». Sin embargo, cerró su cariñoso mensaje haciéndome ver el fallo de la fecha: «Sólo hay una cosa errónea, la fecha de mi nacimiento, soy mucho más joven y con todo ya me resulta duro el empezar a ser invisible para las damas de buen ver, no quiero ni imaginar qué tendría que hacer con los años que me atribuyes, ¿vestir de joker y hacer sonar los cascabeles? Aún queda tiempo para mascaradas, la cosa promete.»

Gracias por generar, con tu pintura, tantas preguntas. Descansa en paz.

Entre el secreto y lo escondido

Crítica publicada en Málaga Hoy

Chema Cobo. Sin Sueño.

Galería Alfredo Viñas. C/. Denis Belgrano, 19, 1º, Málaga. Hasta el 20 de diciembre de 2004.

Con la exposición que Cobo presenta en Viñas, el artista persiste en el ocultamiento y el desciframiento de las imágenes como motor de su producción pictórica. Así debemos entender el conjunto de obras, como una continua construcción y destrucción de imágenes e interpretaciones. Cobo señala el nivel de hastío que éstas causan en el mundo de la sobreproducción en el que el superávit icónico al que nos encontramos sometidos hace que entremos en una situación apática. Su autorretrato, El filo del ojo, ilustra cómo el impacto y las heridas que pueden producir las imágenes son sólo superficiales, lejos de azorarnos con sus mensajes o hacerlas poner en cuarentena, devienen en mirada indiferente debido a la inmediatez y pretensión de verosimilitud que los medios de masas persiguen. Sin embargo, Cobo alude a cómo las imágenes pictóricas pueden perder su certeza y su construcción interpretativa llamando la atención sobre nuestra capacidad de desciframiento. Lo ejemplifica en sus obras al articularlas a modo de dípticos con lo que basta que exista otra imagen yuxtapuesta a una primera para pensar si ésta vale por sí misma, si la última ayuda a comprender la primera (oculta algo de ella), o, muy al contrario, la destruye. Al emplear referentes opuestos permite una construcción y destrucción interdependiente. Caras deformadas se contraponen con interiores desolados y pasillos en los que las características de cada una de ellas parecen, en un proceso paródico o metafórico, confundirse, es decir, los ojos con el mismo color que las puertas; ojos cerrados, luz apagada; entornados, cortinas que dejan pasar tímidamente la luz; o abiertos, luz artificial fría. En definitiva, lo que por separado es algo construido en sí mismo (o carente de sentido), con la anexión de una imagen diferente destruye (o crea) nuestra apreciación interrogándonos sobre lo que ocultan para que parezcan tan diferentes y, a un tiempo, tan cercanas. Ejercicios como los de Cobo permiten, aún, ser parte activa, observar el proceso de construcción de las obras -sin referenciar nada externo a la pintura- y discernir lo que ocultan en lugar de una recepción presta de una imagen del simulacro.

Borrasca en la mirada

Crítica publicada en Málaga Hoy

Chema Cobo. Nube en el ojo

Galería Alfredo Viñas. José Denis Belgrano 19, Málaga. Hasta el 9 de enero de 2007.

Resulta admirable cómo Chema Cobo sigue persiguiendo con nuevas obras, herramientas y recursos un objetivo que parece presidir su largo quehacer. Nos referimos al intento por mostrar la tensión que se produce entre la representación plástica de un lado y, por otro, su recepción, la creación de interpretaciones y significados o, por el contrario, la imposibilidad de la construcción de éstos, es decir, la incomprensión, indefinición e incertidumbre que pueden llegar a nacer tras entender que la  imagen y su sentido no han de corresponder forzosamente con la cosa que representa. Es una puesta en cuarentena de la representación pictórica como ‘verdad’, ya que nos muestra desde el propio signo pictórico su carácter ficticio. Al fin y al cabo, la pintura no deja de ser un doble, una simulación o un reflejo de la realidad, en algunos casos pura parodia, puesto que los reflejos, como en esa atracción de feria repleta de espejos que desvirtúan, no siempre son fidedignos. Cobo realiza en su pintura una suerte de juego de ocultación y complejidad que, en esta exposición y a diferencia de anteriores, se sirve de referentes aparentemente sencillos y reconocibles, pero que, sin embargo, arrojan un significado en tránsito y construcción (cuánto de este juego de ocultación y desciframiento influyó en jóvenes artistas ya consolidados como Guerrero, Leal, Zurita, Zabell o Miranda). Cobo, al convertir en imprecisas e indefinidas las imágenes a pesar de su perfecto reconocimiento, reflexiona sobre los frágiles cimientos de la lógica cognitiva e interpretativa y desvela los medios por los que construimos los significados.

Para ello, realiza una especie de operación en la que participa el referente (el motivo representado), la factura (cómo se plasma plásticamente) y el título, que, en este caso, adquiere una capital importancia puesto que suministra un irónico y paradójico espacio de confrontación sobre el que construir o destruir el sentido del cuadro –es una pista como las que dejaba en sus lienzos décadas atrás-. El título ancla e incita a desvelar algún sentido inadvertido de la pieza, con lo que la imagen, ambigua merced a esta operación, pasa a multiplicar sus significados, fluctúa desde la superficialidad a la trascendencia y viceversa,  así como esconde una serie de lecturas por realizar.

El proyecto descansa, cómo no, en la factura de las imágenes: imprecisas en algunas partes, borrosas, desdoblándose puntualmente, monocromas y cercanas a grisallas, de modo que resulten tan directas y gélidas como enigmáticas. La sensación naciente se aproxima a la inexactitud y al desconcierto propio del recuerdo e incluso del sueño, con imágenes que parecen aflorar tanto como desaparecer en ese, tan anhelado por Cobo, estado incierto e inestable que impide saber si tanto la imagen como el significado están en construcción o de-construcción. Subyace un sentido de elaboración del símbolo visual, de la metáfora que aluda al propio hecho pictórico. Cobo encuentra un repertorio de imágenes –muchas de ellas propiamente barrocas como las pompas de jabón o el espejo- que ilustran el carácter efímero, fútil, especular, ficticio o transitorio de la propia representación pictórica y su significación. Otras, como los diamantes, los ángeles o las escaleras -menos barrocos-, insistirían en la desvirtuación de lo reflejado, la falsedad, lo impreciso y transitorio de su naturaleza. En definitiva la fragilidad de la identidad misma de las imágenes, su complejidad y nuestra dificultad para comprenderlas. Nube en el ojo, borrasca en la mirada.

Ver para no creer

Crítica publicada en Málaga Hoy

Chema Cobo. ‘Out of frame

CAC Málaga. Alemania s/n., Málaga. Hasta el 24 de enero de 2009.

Sólo haría falta revisar los títulos de muchas de las exposiciones que Chema Cobo ha realizado en los últimos años (‘Real’, ‘Eclipse’, ‘Nube en el ojo’, ‘La otra parte’, ‘Al lado del ojo’, ‘No se ve nada’, ‘Salta a la vista’, ‘Idiota pero no inocente’ o ‘Entre bastidores’) para, como indicios, preconizar cuáles han sido los principales conceptos a los que se ha entregado: lo ficcional de las imágenes pictóricas (falta de correspondencia entre éstas y la realidad) y, por tanto, la puesta en cuarentena de la pintura como ‘verdad’;  lo interesado, difícilmente neutro e improbablemente aséptico de las imágenes que consumimos; las problemáticas nacidas en torno a la visión como sentido de conocimiento por encima de otros; el ojo como medio-vía-órgano para el engaño merced a las trampas del artificio pictórico, y, de ahí, a los frágiles cimientos de la lógica cognitiva e interpretativa; lo esquivo y las dificultades -la posibilidad/imposibilidad incluso- de la construcción de sentido y significado si intentamos tomar la propia pintura como paradigma de conocimiento; cómo la realidad deja de serlo para convertirse en otra cosa, la pintura, apariencia de ella; o, como se puede intuir en esta ‘Out of frame’ (fuera del cuadro o del fragmento), que, de un lado, los procesos de configuración de ese sentido descansan en otros ajenos a la propia pintura (como los títulos que construyen y destruyen significados), y, por otro, que las pinturas –las piezas u obras- referencian, como reflejos y sombras, cosas externas a ellas.

Out of frame’ resulta contundente y fidelísima para con los ya manifestados desvelos e intereses de Cobo. Revisa de modo eficaz prácticamente la última década de creación, aunque buena parte de las piezas son de este mismo año, permitiendo vislumbrar todo un proyecto o estrategia artística que ha sucedido –en parte también es heredero y mantiene intereses con la pintura como doble a la que venía atendiendo- a su anterior etapa de indagación sobre el ocultamiento, el camuflaje y la inclusión de información verbal como modos de representación que dislocaban nuestra percepción y entendimiento, poniéndolos en juego. Esta suerte de retrospectiva ayuda por tanto a ‘sistematizar’ su obra más reciente y confrontarla con otros periodos y épocas, a precisar el profundo sentido de proyecto que la articula y a señalar cómo, de todos aquellos autores que conformaron la Nueva Figuración madrileña, no sólo puede que sea el de mayor visibilidad junto a Pérez Villalta, sino que es uno de los de mayor recorrido, profundidad y continua reinvención estilística.

Cobo se refiere al hecho pictórico, a muchos de sus ‘lugares comunes’ y a sus convenciones y trampas a través de imágenes que se convierten en metáforas de la propia pintura. Las pone en evidencia (las trampas y convenciones) y nos invita, en ocasiones empleándolas él mismo, a participar mediante ellas en el complejo asunto de su desvelamiento y comprensión. Plantea por tanto un ejercicio alegórico y meta-pictórico, por cuanto no deja de ‘hablar’ de ella, en el que bolas de discoteca, espejos, conejos en la chistera, sombras, gafas 3D o piscinas (el agua que reflecta la luz y deforma lo sumergido) vienen a ser la misma imagen de la pintura, que desvirtúa la realidad y trastoca nuestro conocimiento de ella, convirtiéndose en reflejo, simulación, truco de magia, espectro, o parodia de lo que pretende representar. Estas estrategias alegóricas se apoyan igualmente en la factura (borrosas, inexactas, desdobladas, monocromas y cercanas a grisallas, desvirtuados los referentes en muchos de sus rasgos) que acentúa esa noción de imprecisión, enigma, inexactitud y desconcierto. Pareciera que Cobo, parafraseando valores formales propios del sueño o del recuerdo, juega a situar a sus imágenes en un espacio resbaladizo, en el que se hallan tan cerca de la aparición como de la desaparición, de la emergencia como de la desintegración, de la certeza como del enigma, de la construcción del significado como de su destrucción.

Este cuestionamiento de la representación, el juego de reflejos y de ‘cuadros dentro del cuadro’, la continua alusión a la apariencia de las cosas o el empleo de símbolos o metáforas acerca de la precaria condición real y veraz del signo pictórico le hacen acusar cierto sentido barroco en su obra.

Entre los recursos por los que damos significado a las imágenes, Chema Cobo sitúa los títulos como anclaje, demostrando cómo pueden coartar nuestra comprensión y los procesos intelectivos de otorgamiento de sentido a las mismas, al tiempo que evidencia que el signo pictórico (lo sensible) se encuentra expuesto a los envites interpretativos detonados por la palabra en relación a la imagen. Y dentro de ese anclaje campa a sus anchas el humor, la ironía y la autorrefrencialidad a lo pictórico y a su propia estrategia artística. Su serie de piscinas, una metáfora más de la desvirtuación de la imagen, al adquirir el título de ‘Capitalismo popular’ se constituye en símbolo, en imagen crítica y social, de estos tiempos en los que la consecución de las ‘calidades de lujo’ y el disfrute de una piscina en propiedad, aunque sea comunitaria, se han convertido en motor y deseo tanto como en tumba e hipoteca para muchos: imagen tal vez del naufragio.

La frase hecha reza “ver para creer”, sin embargo Cobo nos enseña con su pintura a ver para no creer.

Los destellos de Cobo

Chema Cobo sigue reafirmando lo pictórico como espacio de las apariencias para hacernos dudar de lo que vemos y de la propia pintura. Y lo hace reformulando su universo y generando nuevas y lúcidas metáforas

Crítica publicada en SUR

Chema Cobo. ‘Utopian Bubble

La exposición: 30 obras realizadas entre 2011 y 2015 conforman el conjunto. 10 de ellas son dibujos (acuarela sobre papel), con una gran carga crítica y tono sarcástico, mientras que las restantes (20) son pinturas (óleo sobre lienzo). Lugar: Galería JM. Duquesa de Parcent, 12, Málaga. Fecha: hasta el 20 de febrero de 2016. Horario: lunes a viernes, de 11.00 a 14.00 h. y de 17.30 a 20.30 h.; sábados, de 11.00 a 14.00 h.

Abre la exposición de Chema Cobo (Tarifa, 1952) una obra que pudiera ser considerada una suerte de manifiesto o programa de vida. Nos referimos a un dado que, mediante la aparición de los puntos cardinales en torno a él, adquiere valor de brújula. Tal vez sea la constatación de cómo funciona la vida, de cómo el azar, las casualidades o lo no premeditado, como en una novela de Paul Auster, se convierten en inesperadas pero continuas compañeras que marcan muchos caminos y descubrimientos. El dado introduce, por tanto, la noción de juego. Éste es un concepto consustancial al imaginario de Cobo: sus burlones ‘jokers’, esos arlequinados bromistas, son el ejemplo palmario. Pero hay más, lo que ‘está en juego’ en la pintura de Cobo es la propia pintura como espacio de las apariencias. Tanto que su obra nos conmina a preguntarnos por lo pictórico gracias a una serie de elementos que toman consideración de metáforas y que, como tal, nos remiten a otros espacios en torno a lo pintura. Y ahí, en esa interpelación, surge otra consideración alrededor de lo lúdico: Cobo juega con nosotros: como espectadores que nos vemos empujados a dudar, a tirar de hilos o a seguir los cascabeles del sombrero que lleva su ‘joker’, asistimos a una continua puesta en cuarentena de la pintura como base de conocimiento y certidumbre.

Esa duda parece que se ha transmitido como recurso semántico a su modo de pintar. Su pintura siempre ha destacado por situar sus elementos figurativos en un estado de indefinición o de falta de precisión. Así surge ese aspecto nebuloso tan personalísimo de su ‘maniera’ pictórica, que hace que las imágenes vacilen entre hacerse presentes o diluirse. A este recurso se unen otros que refuerzan esa deseada vaguedad, como los elementos tomados en perspectivas forzadas para que se desvirtúen, representados en un primerísimo plano que amputa el contexto o directamente deformados como si la superficie del lienzo actuase como filtro distorsionador. Justamente, en esto último parece hallarse el sentido de su trabajo: la reafirmación de la pintura como espacio de apariencias y no de verdades, como espacio de dobles, de reflejos, de sombras.

El conjunto de obras (15) que ocupan el espacio principal de la galería es sobresaliente. Junto al mencionado dado se sitúa un pictoricista cascabel que sirve para introducir un asunto usual como es el de los reflejos, que a veces entronca con los destellos que nos ciegan. De hecho, todas las piezas poseen esa luz clara que puede confundirse con el fulgor o con una atmosfera onírica, tal vez irreal.

Nunca ha sido la actitud de Cobo precisamente conformista. Su obra siempre ha estado presidida por un continuo cuestionamiento, un poner en duda las creencias, un alertar sobre los peligros de las apariencias, un avisar, quizás, de que lo verosímil no es sinónimo de verdad. Es justo señalar esto porque nos encontramos ante un artista que se destapa con una gran carga crítica en una serie de brillantísimos dibujos. La mordacidad y la acidez ‘supuran’ en muchos de ellos, que parecen señalar las ‘heridas’ de la sociedad. Ciertamente, Cobo no deja títere con cabeza. El sistema de valores o los anhelos sobre los que se quiere construir la sociedad y la vida pasan a ser causa de risa: cada vez más inalcanzables, más utópicos al tiempo que siguen exhibiéndose como exigencias sobre las que basar nuestro bienestar y convivencia y, en consecuencia, nuestras frustraciones. Qué mejor figura puede ocupar el fondo de este dibujo que el ‘joker’ para aportar la idea de la broma gruesa a la que, como ciudadanos, se nos tiene acostumbrados. El poder y los gregarios de éste también aparecen aludidos en varios dibujos de loros. Lo ruidoso, lo impreciso, lo difícilmente discernible, la marabunta o la masa parecen metaforizarse en el ave al que popularmente se le atribuye el no callar, la repetición vacua y el consecuente hastío. Los textos, como ocurre con la gráfica satírica, adquieren un valor capital al completar la imagen, connotarla o sumarle el sentido. Muchos de ellos se hallan entre el pesimismo o el descreimiento y la irónica carcajada de quien dudaba de todo, como de la utopía, que, como aparece en un dibujo, conduce a la guillotina o, tal como vemos en la pieza central de la exposición, puede considerarse como una burbuja, como algo inflado y condenado a explotar y deshacerse.

Un dibujo emerge como esencial. En él encontramos una sombra china con forma de conejo que proyecta la mano del ‘joker’, el que se burla y juega con nosotros; la mano surge de una chistera de mago. La imagen es, por tanto, un ardid, puede que un señuelo. El pintor parece sumar todos esos personajes, todos aquellos que juegan con las apariencias y que tratan de engañar, de generar una ilusión, ya que la imagen es sólo eso –tal vez la pintura como truco-. La sombra, indefectiblemente, nos conduce al mito de la caverna de Platón. Otro elemento metafórico es el del ventrílocuo y su muñeco, que podría atender a lo oculto y a la idea de la ficción, tanto como a la del pintor como impostor que hace hablar interesadamente a la obra. A todas esas metáforas han de sumarse ahora la del fantasma –pura apariencia- y la que ocupa los lienzos de la planta sótano, que responden al título de ‘Holes’ (agujeros). Éstos tienen su razón de ser en la profunda paradoja que representan: la luz cegadora que procede de esos agujeros encubre, tal vez, el vacío. Cuídense de protegerse de los destellos y de creer en lo que ven.

Con mucha cabeza

Chema Cobo revisa en su obra reciente la Revolución francesa y la pone en diálogo con episodios de su producción anterior, en los que ya atendió a aquel acontecimiento histórico

Crítica publicada en SUR

Chema Cobo. ‘La vertú tue’

Exposición: 19 obras componen esta exposición, todas ellas son acuarelas y técnicas mixtas sobre papel, a excepción de una instalación compuesta por un camisón intervenido pictóricamente que se sostiene por un vástago con los colores de la bandera francesa y que pende del techo. La mayoría de obras están realizadas en 2017, aunque se incluyen varias realizadas en los años noventa y en la primera década del presente siglo. Comisariado: MaLo Estudio. Lugar: Alianza Francesa. Beatas 36, Málaga. Fecha: hasta el 4 de mayo de 2018. Horario: lunes a viernes, de 10.00 a 13.30 y de 16.30 a 20.30 h.

Esta exposición de Chema Cobo (Tarifa, 1952), con el comisariado de MaLo Estudio (Marta del Corral y Lorena Codes), tiene la virtud no sólo de enfrentarnos a la obra reciente que Cobo ha generado en torno a la Revolución francesa, sino que en ese marco se han recuperado para ser contextualizadas con éstas una serie de obras fechadas desde los años noventa en las que ya aparecía este asunto como motivo recurrente, continuamente revisitado desde que en la década de los ochenta surgiera en su trabajo. Sirve este ejercicio de contextualización para observar varios asuntos. Por un lado, uno meramente estilístico, que nos permite apreciar ‘continuidades’ en su producción a lo largo de más de un cuarto de siglo (el interés por la Historia, la narratología, la instrumentalización de la misma, los sistemas filosóficos, la inclusión de lo verbal, la ironía o la mascarada). Por otro, certificar cómo la Revolución francesa ha sido y es revisitada por Cobo como capítulo histórico y como yacimiento de actitudes y comportamientos esenciales de la condición humana en torno al poder, la imposición, la utopía y el control de la disidencia.

La ironía de la que siempre ha hecho gala Cobo muta a sarcasmo en este grupo de imágenes. En parte porque el artista, aun abordando un asunto que es filosófico y ético –también político e histórico, claro está- como es la Revolución francesa, en última instancia se enfrenta a una cuestión social y de indagación en la condición humana. Proyectar juicios en torno a ese ámbito es lo que permite que hablemos de este Cobo como un autor satírico. Emerge como alguien capaz de hablar de lo sincrónico y de lo diacrónico, capaz de aludir a los acontecimientos en torno a la Revolución francesa y de una cierta constante que define al ser humano y que hoy, por tanto, seguimos proyectando en nuestras vidas. Y aún más, muchos de esos hechos son convenientemente expuestos para que adquieran un carácter metafórico o simbólico.

Un sinfín de símbolos de la cultura francesa y de aquel acontecimiento histórico son empleados por el artista. Además de la referencia tricolor a la enseña gala, de gorros frigios que son considerados símbolos revolucionarios –recuerden cómo Delacroix tocó con un gorro frigio a la alegoría de la libertad que guiaba a la masa en ‘La libertad guiando al pueblo’, de 1830, aunque es una obra que se consagra a acontecimientos posteriores- o de referencias a figuras como Marat, quizá el motivo más repetido es el de la guillotina, al que se le unen continuas referencias a personajes decapitados y alusiones verbales (en francés) a «perder la cabeza».

Se intuye cierto descreimiento en la mirada sarcástica que ejerce Cobo, no al hecho en sí de la Revolución sino a muchos de los intereses espurios que se cruzaron en su camino y que pudieron incluso desvirtuar, cuando no transgredir o desdecir, los principios sobre los que se asentaba esa anhelada transformación social. Con el título de la exposición (‘La virtud mata’), como con tantas otras expresiones verbales que emplea, con la recurrente y amenazante presencia de la guillotina como arma de purga y represión y con otras imágenes de calado crítico, manifiesta el envés de sinrazón, violencia y muerte que acompaña a la imposición de algunos sistemas por más justos que fueran en relación a los anteriores. Parecen flotar en el aire, como efluvios de los dibujos de Cobo, expresiones como «el fin justifica los medios» o «escribir recto con renglones torcidos». Cobo alumbra una suma de estampas por y para el descreimiento, para la conciencia de que todo tiene un precio y para la certeza de que la Historia se maquilla; aquí actúan como esenciales varios dibujos que aluden a la instrumentalización del relato historiográfico y a la ‘memoria selectiva’ al escribirlos. Algunas de las imágenes resultan apabullantes y adquieren, gracias a las expresiones que incorpora, condición de sentencias éticas; estas frases actúan, como en cualquier imagen de carácter satírico o emblemático (motes son su nombre), generando parte del sentido a través de la paradoja (ironía), metaforización o reafirmación de lo que representa la imagen. Evidencia una maestría en el doble sentido y en el juego de palabras, siendo muchas de sus frases sentencias sarcásticamente críticas y edificantes, aunque ahorrándose, por suerte, cualquier carga de moralina o moraleja. Son ejemplares las obras en las que aparecen expresiones como «El sueño de las luces» y «el teatro de las sombras», originando una ambigüedad desasosegante y haciéndonos recordar el trasfondo de la mítica estampa goyesca ‘El sueño de la razón produce monstruos’, de la serie de ‘Los caprichos’; otras expresiones, siempre apoyadas en imágenes, que resultan irónicas y epatantes son  «Perder la cabeza por la noche y por la mañana olvidarlo», tal vez en referencia a los desmanes y la facilidad para excusarlos como males menores, o «La historia rueda y la sangre fluye», que acompaña a una suerte de hélice conformada por hojas de guillotina y numerosos personajes sin cabeza.

En las últimas entregas expositivas de Cobo en nuestra ciudad, tanto en galerías como en la retrospectiva que le dedicó el CAC Málaga, siempre prevaleció la presencia de la pintura, con su inequívoca paleta y su tendencia a crear atmósferas monocromas. Estas obras que ahora se exponen nos permiten disfrutar de su dimensión dibujística, con ejemplos ciertamente exquisitos que basculan entre imágenes delicadas, gráficas y líricas y otras más pictoricistas e incluso procaces, pero todas muestran el incontenible y mordiente juicio crítico que posee Chema Cobo.

Irónicos emblemas

Chema Cobo sigue insuflando lucidez y mordacidad a sus obras, que, gracias al uso de la palabra y la imagen, parecen adquirir la condición de críticos e irónicos emblemas

Crítica publicada en SUR

Chema Cobo. ‘Dreams hope, Drums dope’

La exposición: 20 obras la componen, todas, a excepción de una, realizadas en 2019. En la planta baja se sitúan 10 pinturas (óleo sobre lienzo), mientras que en el sótano se encuentra una decena de dibujos (acuarela sobre papel). Lugar: Galería JM. Duquesa de Parcent, 12, Málaga. Fecha: hasta el 14 de febrero de 2019. Horario: lunes a viernes, de 11.00 a 14.00 h. y de 17.30 a 20.30 h.; sábados, de 11.00 a 14.00 h.

Los sueños de esperanza pueden narcotizarnos. ¿Dónde situar el límite que haga que el ansia de transformación no devenga mera ilusión y, por ende, doloroso fracaso? A grandes expectativas le pueden suceder tremendas decepciones. Pero, tal vez, la cuestión no sea dónde situar, a modo individual y como examen de conciencia, ese límite, sino cómo no caer abducidos ante relatos vacíos y proclamas instrumentalizadas que nos encaminan a la nadería. Ahí también toca ser firmes y estar verdaderamente despiertos, ser conscientes y críticos. Y tampoco es menor la consecuencia de ello. Esto es: ¿cómo no instalarse en la desconfianza absoluta? ¿Cómo no hacer de la desilusión, el hastío, la desesperanza, la desazón o el desengaño nuestros estados de ánimo por defecto? Somos seres soñadores y ‘deseantes’, extirpar o enuclear de nosotros el sueño y el deseo, más aun sin anestesia, no deja de ser doloroso e incluso una entelequia, aunque más dolorosa puede ser la pertinaz realidad. Surge esta reflexión, por momentos desasosegante y urgente –siempre es urgente la militancia del juicio-, ante el conjunto de piezas que componen la exposición de Chema Cobo (Tarifa, 1942) en la Galería JM. Si valiosas son las obras de arte que vienen a contestarnos, a generar respuestas ante inquietudes, más aún lo son aquellas que no sólo contestan sino que nos generan preguntas. Las de Cobo entran en esa categoría superior.

Lo verbal adquiere en estas piezas una importancia capital. ‘Per se’, las palabras que individualmente, en pareja y a modo de frases emplea Cobo, contienen dosis de ironía, sarcasmo, paradoja o doble sentido. En ocasiones son sentencias lapidarias, mordientes y causticas que se configuran en juicios de valor acerca de nuestra sociedad, nuestros comportamientos, sistemas políticos, ideologías o creencias. Y, ante todo, su afán por alertar, desenmascarar, poner en cuarentena o deslizar el descrédito y la desconfianza hacia las palabras y las imágenes lanzadas para regir nuestras vidas. Cobo emerge como un artista con una preocupación antropológica correspondida afortunadamente por la clarividencia, lo que le lleva a constituirse en una suerte de azote, pero sin necesidad de arrogarse un rol mesiánico o un tono paternalista. Cobo ‘habla’ sin intentar imponerse sobre otros ni hacerse indispensable. He ahí un gesto de humildad que lo distingue frente a otros creadores que nos alertan de las perversiones y taras del sistema exigiendo protagonismos y coqueteando con la idea de convertirse en gurú o ‘líder espiritual’. Cobo lo hace sin darse importancia, sin ser grave y solemne hasta lo insoportable. Y es que, el sentido del humor y la ironía deben empezar por uno mismo, lo que representa y el caudal de imágenes y palabras que produce.

De este modo, buena parte de las obras adquieren sentido de imagen sarcástica y muy especialmente de emblema; a saber, de una figura que, pudiendo estar acompañada por un escueto texto (lema o mote), se usa para representar una idea. No podemos olvidarnos que, como signos, las palabras construyen los significados y adquieren sentido al relacionarse entre sí y con las imágenes. El carácter alegórico de algunas de las composiciones de Cobo, en las que, además de la palabra, incorpora elementos visuales con carácter simbólico o metafórico, puede permitirnos tender puentes con la literatura de emblemas –piensen en la ‘Hieroglyphica’ de Horapolo, los ‘Emblemas morales’ de Horozco o los ‘Emblemas’ de Alciato. El trabajo de Cobo siempre ha contado con una ‘vis’ desactivadora de la esfera de las imágenes. Sin embargo, en los últimos tiempos ha adquirido una dimensión que bordea lo político. No podemos evitar trazar una línea histórica que se fundamente en el juicio social e ideológico a través de la ironía y el sarcasmo, producidos, como en su caso, por el encuentro de lo verbal y de la imagen, generalmente grotesca. Autores como Goya, Daumier, Hogarth, Heartfield o Renau –todos empleaban la palabra junto a la imagen y todos se constituyeron en ácidos cronistas de su contemporaneidad- serían eslabones de esa cadena en la que participaría, con alcances y problemáticas muy distintas, Chema Cobo.

Las sentencias que alumbra son determinantes, dando título parcial o completamente a las obras, pudiendo incluso ser consideradas una suerte de manifiesto, de cuaderno de bitácora de su propia estrategia artística. Ocurre con obras como ‘If you say it all’ o ‘Words are distorted mirrors’, que podríamos vincular con su querencia por el enigma y lo esquivo, de modo que huye de lo literal y explícito -«si lo dices todo, no dices nada», traducimos en una de sus obras-, así como el uso de la distorsión de la imagen, desde desdoblamientos, fragmentaciones, a un registro como lo grotesco, basado en la deformación. Son alusiones al sentido de la vista, así como al conflicto entre apariencia y realidad. La apariencia asoma como manifestación fragmentaria, desvirtuada y no completa de la realidad, siempre condicionada y haciéndonos desembocar en el ‘imperio de las sombras’. Y es que, no es lo mismo mirar que ver.

Y junto a lo verbal, encontramos algunos de sus motivos predilectos, que lo vienen identificando desde hace décadas y que incluso parecen adquirir una condición próxima a la del ‘alter ego’. Es el caso del ‘joker’, cuya sonrisa grotesca y burlona lo convierte en símbolo de la ironía, tal vez el registro esencial de Cobo. No podemos olvidar cómo la ironía es lo que hace que la inicial sonrisa, que detona lo aparentemente divertido y ligero, se acabe convirtiendo en mueca, helor, malestar o preocupación ante lo grueso que subyace en la risotada, como la del ‘joker’, ese ser que aparece en su pintura como incluso deslenguado, literalmente deslenguado. No tienen menos enjundia y alcance otros como el camaleón y el papagayo, animales que aluden respectivamente a la ocultación y la mera repetición y vaciamiento de sentido de lo que se dice.

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