Antonio R. Montesinos. Soñar ciudades

Soñar ciudades
Versión ampliada de la crítica publicada en el diario SUR (31/05/2014)

Antonio R. Montesinos sigue reflexionando sobre el constructo «ciudad», repensando nuestra relación con la urbe. Un asunto complejo y trascendental que aborda con una estrategia marcada por lo lúdico, los cambios de percepción y un innegable sentido relacional

Antonio R. Montesinos. ‘Plan General de Ordenación Urbana’
Exposición: 5 fotografías de la serie ‘Inopias’, una de ellas recoge una instalación efímera realizada en el mismo espacio en el que se sitúa la obra; 5 dibujos de la serie ‘Igual media’ sobre papel cuadriculado con perspectiva isométrica; una intervención mediante 12 dibujos digitales de grandes dimensiones sobre un mueble; y una instalación realizada con objetos y menaje de la casa que ocupa una estancia, reproduciendo a escala la planta, y que es una propuesta de ciudad. El espacio queda sumido en un ambiente sonoro gracias a dos pistas musicales que actúan como banda sonora, una de ellas seleccionada por el propio artista y otra realizada por Marian Garrido. Comisario: Pedro Alarcón. Lugar: Casa Sostoa. Zona Héroe de Sostoa, Málaga. Fecha: hasta el 7 de junio. Horario: previa cita en casasostoa.es o en facebook.com/casasostoa. Semanalmente se producen visitas comentadas, encuentros con los artistas y otras actividades que permiten conocer el espacio, aunque es necesario contactar por las vías señaladas.

Enlace a crítica
Antonio R. Montesinos

La ciudad es un ‘organismo’ en perpetuo cambio. En Casa Sostoa y desde Casa Sostoa podemos dar fe de ello. A través de las ventanas de esta vivienda vemos cómo la urbe está en proceso de transformación, al igual que esta iniciativa de Pedro Alarcón evidencia otros cambios acaso no menores: la presentación de las artes visuales se ha descentralizado y empieza a atomizarse en distintos lugares de Málaga, aceptando nuevas formas de hacer, aflorando al margen de lo institucional y, como si lo anterior no fuera suficiente, contando con un gran poder de convocatoria.
Alarcón ha convertido su vivienda en un espacio en el que comisaria exposiciones y desarrolla una incesante actividad que hace conectar distintas disciplinas, aunque siempre con la muestra como núcleo generador. Estos nuevos comportamientos evidencian un cambio de paradigma, ya que el comisario posee acceso a artistas destacados que participan en el circuito galerístico, de modo que éstos, ante la seriedad de la iniciativa, deciden ‘salir’ de la oficialidad de la galería y de los espacios institucionales para participar en experiencias como ésta.
Todas las exposiciones hasta ahora celebradas resultan intachables en su concepto, algunas dignas de ser exhibidas en espacios públicos. La que ahora nos ocupa de Antonio R. Montesinos (Ronda, 1979) no lo es menos. Es, además, una oportunidad para volver a entrar en contacto con la obra de un artista que no ha disfrutado en Málaga de la misma fortuna que en otros lugares (actualmente desarrolla un proyecto para Bilboarte y en verano ha sido invitado por el Gobierno de Baviera a Villa Concordia junto a un artista tan fundamental como Jesús Palomino). Del mismo modo, nos permite acercarnos a su compleja y rica estrategia, que se desarrolla a través de múltiples soportes e intervenciones (instalaciones, fotografía, talleres, publicaciones) siempre marcadas por aspectos relacionales y procesuales (proyectos específicos para un sitio concreto, desarrollados allí y tendentes a crear situaciones de intercambio social). Montesinos, en un cruce de caminos entre lo técnico-científico y la fabulación, siempre ha trabajado sobre el constructo «ciudad», especialmente en la experimentación de la misma por parte de los urbanitas, de ahí que haya empleado lo maquetístico, la cartografía, los nuevos sistemas de navegación digital (Google maps y el GPS) o los videojuegos de simulación social. Esto es particularmente importante porque enlaza con una idea que cruza casi todo el trabajo de Montesinos. A saber, que la forma en que vivimos los espacios los determinan. Y es que hay tantas ciudades como ciudadanos, ya que cada uno de ellos posee su propia ciudad, nacida de cómo la vive, de sus expectativas y de la nostalgia de lo que ya está borrado del mapa.

El sueño apenas duró siete años

‘Plan General de Ordenación Urbana’ puede ser descrita como una ‘instalación de instalaciones’, ya que fiel a su ‘modus operandi’, Montesinos crea un proyecto específico para Casa Sostoa que se vertebra en distintas instalaciones. Quizás de una manera inconsciente, aunque indudablemente producida por desarrollarse en una casa desde que la divisamos en altura el entorno metropolitano, el conjunto nos vehicula a vivir una experiencia perceptual muy interesante en la que se rompen los límites de lo público-privado, del interior-exterior y de lo pequeño-grande.

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La intervención principal es ‘Laboratorio Urbano Personal’, una ciudad en miniatura levantada sobre distintas mesas que adquirieren la forma a escala de la habitación en la que se sitúa. Lo lúdico –una constante en su trabajo, tal vez para subvertir las imposiciones- aflora en esta instalación en la que usa elementos y menaje que encuentra en Casa Sostoa, apropiándose por tanto de ella. Esa presencia del juego había sido palpable en proyectos anteriores como ‘Narraciones caminadas’ mediante el imaginario visual y los procedimientos de algunos videojuegos de simulación social, como Los Sims. Ahora, aunque el universo del videojuego sigue estando visible en sus dibujos, cuyas vistas isométricas convierten la ciudad no sólo en la recreación de espacios virtuales sino en una especie de placa o componente electrónico, lo lúdico posee un impulso mucho más elemental, directo y primario. Me atrevería a decir que junto al acto de ‘destripar’ el juguete y recomponerlo, connatural al niño y a su proceso de aprendizaje, el acto de construir ciudades con los más diversos elementos es una constante en el niño. En este ‘Laboratorio’, Antonio, además de emplear el universo objetual y los muebles de Casa Sostoa (las mesas que actúan como soporte, por ejemplo), hace uso de numerosos cuerpos geométricos que hacen las veces de construcción y que remiten a los juegos de construcciones con los que nuestros hijos actualmente juegan y que no dejan de ser una evolución de los fundamentales ‘dones’ del pedagogo decimonónico Friedrich Froebel .

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El laboratorio es absolutamente cambiante, ya que está frente a una ventana. Resulta prodigioso ver cómo según se acerca la puesta del sol la luz entra rasante y hace que los elementos que ocupan las mesas arrojen sombras y, como la cristalería, proyecten reflejos. Una de las dialécticas más interesantes es ver cómo el espacio doméstico -el privado- reproduce y origina el espacio público por antonomasia, la ciudad, el espacio en el que quedamos congregados y nos relacionamos. En este sentido pareciera que, en un viaje perceptivo de doble dirección, se diluyera el umbral que supone la propia casa. Es decir, al observar ‘Laboratorio’ o cualquier dibujo de la serie ‘Igual Media’ (vistas isométricas de la ciudad) sentimos que lo que allí se halla nos conecta, como si no existieran las paredes, con el exterior que vemos a través de los vanos; o dicho de otro modo, lo que encontramos fuera es una proyección de los dibujos y la maqueta.
La idea de instalación subyace en las fotografías de la serie ‘Inopias’. En éstas registra fotográficamente micro-ciudades efímeras que levanta en espacios usando los materiales allí disponibles, evidenciando éstos en muchas ocasiones la función de esos lugares.

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En una de las habitaciones se sitúa en penumbra, en correspondencia con el ambiente en el que se fotografió la instalación, ‘Nuestros reinos estaban vivos en la imaginación de cada uno’. Esta construcción efímera se realizó con los materiales desechados de la acampada del 15-M –quizá de ahí el poético título que alberga la esperanza que en aquellos se vivió- y parece ocupar alguna de las naves de Matadero (Madrid). Esta localización y el sentido de recrear entornos urbanos a partir de los elementos cotidianos y del universo objetual de los ámbitos privados en los que interviene (aquí entran también los materiales entrópicos o de desecho, como los que ocupan esta fotografía en concreto), nos permite tender lazos con un autor como Mateo Maté, quien en la exposición ‘Viajo para conocer mi geografía’ (Matadero, 2010) construía una ciudad con elementos de su día a día que recorría un coche con una cámara. La cuestión principal en relación a ‘Nuestros reinos…’ es el empleo de materiales que poseen una semántica, que se hallan connotados como restos -no sé si arqueología- de un ejercicio de oposición, o al menos de alternativa, al sistema y al modo de ordenar el espacio público. La Puerta del Sol, como otros tantos lugares ‘centrales’ en las grandes ciudades españolas, a veces espacios de representación simbólica del poder, pasaron a a tomar otra funcionalidad, la que les imprimía el uso libre por parte de los ciudadanos allí congregados. Estos aspectos, lo procesual y lo relacional, alimentan y guían la práctica de Montesinos, quien se opone a lo utópico en cuanto que imposición de un ideal que pasa por ser universal y que, por tanto, no atiende a las singularidades de cada caso. Si Montesinos está -siguiendo a Estrella de Diego- contra el mapa y especialmente contra sus usos y ordenaciones, también está contra el espacio impuesto, obligado a ser vivido de una manera concreta.
Otra de las ahora expuestas de la serie ‘Inopia’ es una urbe que levantó en el mismo sitio en el que se halla la fotografía, originando una suerte de vértigo al descubrir el mismo espacio dentro de la imagen. La práctica de Montesinos, próxima por lo general a aspectos fenomenológico-perceptivos –‘grosso modo’, descubrimiento del espacio gracias a nuestra experimentación en él-, se ha visto potenciada felizmente en este proyecto. Un proyecto que aviva la fascinación que genera en nosotros desde niños la posibilidad de imaginar y soñar la ciudad, nuestro entorno específico.

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